sábado, 20 de marzo de 2010

El camino, por Sole Vega

14 de marzo de 2010

Mediaban los años ochenta y se cernía sobre los márgenes de las grandes urbes españolas la pospuesta reconversión industrial no iniciada en la Transición a la democracia (que no Transición democrática). Transcurrían los años de plomo del terrorismo de ETA y los primeros años de gobierno socialista, herederos de la crisis del petróleo de 1973 y del desajuste que propició el aplazamiento, años antes, de políticas de modernización de la industria.
Aquella reconversión acabó calando en el resto del tejido laboral y en zonas de determinante fuerza económica y social como fue el caso del cinturón rojo barcelonés, propició auténticas hordas de parados (y recordemos, únicos cabezas de familia) dejando en franca indefensión la supervivencia básica de miles de familias.
Entre tanto, la entrada de la heroína en masa en los ochenta en las ciudades satélite, acabó por generar unos desajustes brutales en los barrios obreros sin servicios sociales ni políticas de juventud y destruyendo vidas y familias enteras: sobredosis, robos, suicidios, palizas a mujeres, alcoholismo, los primeros casos de un SIDA todavía desconocido, peleas callejeras, atracos a mano armada, jeringuillas en el suelo compartidas y ensangrentadas, los vómitos típicos de los primeros picos, las brigadas antidroga de la policía nacional, redadas en los bares, etc.
Éste era el panorama que se podía vislumbrar como normal en muchos puntos del extrarradio barcelonés y al que asistí personalmente en mi adolescencia como espectadora; el paro irrumpió en nuestras casas y a muchos nos tocó pasar veranos enteros entre bloques de cemento y pasó a ser lo habitual si tus padres, - inmigrantes - ya no tenían casa en el pueblo. Muchos eran los afortunados que en julio y agosto se desplazaban al pueblo donde transcurrían entre sudores, orquestas, primeros amores, sartas de chorizos y abuelos sus días de vacaciones escolares. Los que quedábamos en compañía del hormigón urbano no hacíamos transcurrir las tediosas y pegajosas horas en la calle con unos padres acojonados ante tanto peligro.
Y en este tiempo, la lectura resultó ser el cobijo de muchos jóvenes. El verano de 1984 no fue tiempo de Orwell, lo fue de El camino de Miguel Delibes, el entrañable escritor vallisoletano que nos dejó el pasado 12 de marzo; fue tiempo de recuperar un pueblo que nunca tuvimos muchos, de conocer un vocabulario rural, de disfrutar con una Ítaca infantil, pero también de descubrir amargamente que las cosas podían haber sucedido de cualquier otra manera y, sin embargo, sucedieron así. Así se inicia la novela de Delibes, una de las obras maestras de la literatura hispana; una novela que fue clave para muchos adolescentes (durante mucho tiempo lectura obligatoria en muchos institutos), un buen ejemplo de cómo explicar una historia de manera sencilla, humilde, honesta, auténtica, fácil pero de valores universales y sobretodo alejada - como su autor - de metaliteraturas, amiguismos políticos y zarandajas mediáticas.
En términos futbolísticos, Delibes fue el Andrés Iniesta de la literatura española del siglo XX, lo puto crack de la novela. Gracias Miguel por tu sabiduría, descansa en paz.



****

Soledad, gracias por ofrecernos este sentido homenaje a Delibes. Otro que nos deja y yo me pregunto si existe alguien que pueda seguir su camino. Tengo la sensación de que en la literatura están quedando huecos que tardarán mucho en volver a ser ocupados.


¡Un abrazo! Y hasta muy pronto.

4 comentarios:

Igor dijo...

A Delibes no lo leí mucho, más como articulista que como a novelista.
Este retrato de los años ochenta es fabuloso, duro. Un buen recordatorio de un tiempo horrible. Parece que vuelve, aunque no sé hasta que punto.
Sí, veranos de hormigón. ¡Menuda adolescencia!
Un saludo.

Anónimo dijo...

El Iniesta de la literatura española del siglo XX... qué gran verdad, Sole.
Cuantos buenos ratos habré pasado en compañía de Delibes...
Lo echaremos en falta.

Thelma.

Anónimo dijo...

Tengo pendiente profundizar en Delibels, a veces la muerte hace que algunos parezcan mejores, pero sé que este no es el caso..

Patricia dijo...

Por Delibes, por Iniesta, por esa Sole Vega y por todos vosotros que siempre encontráis un momento para entar en el blog y comentar.

¡Un beso!